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Protege tu energía vital

Hace un par de días ocurrió algo en mi círculo cercano que me sacudió brutalmente, me arrolló sin piedad y me hizo olvidarme de todo cuanto había aprendido...sobre todo del Segundo Acuerdo, "No te tomes nada personalmente".

Fotógrafo: Martina
Me olvide de ello y además de la peor manera, porque me tomé personalmente algo que ni siquiera iba dirigido a mi. Era para alguién muy cercano, con un espíritu vulnerable por su condición de consciencia elevada. Y yo actué como si me lo hubieran hecho a mi e intente mostrar mi punto de vista a la persona afectada y también, craso error, le quise dar mi solución, lo que yo haría, como yo veía que se estaba equivocando en su comportamiento.

Error, tras error, tras error...con todo el amor del mundo, con todo el respeto posible, con toada la mejor intención, pero error.

Si te implicas personalmente en los conflictos de otros y te dejas arrastrar emocionalmente, entonces lo mejor que se puede hacer es dejarse llevar por esas emociones, reconocerlas y soltarlas. Pero nunca actuar mientras estén presentes, porque cualquier acción que tomemos, no importa con que intención (positiva o negativa) será un error y lo pagaremos con nuestra energía vital, que se escapará a raudales de nosotros, como si hubiésemos corrido La Maratón de Nueva York, como si hubiesemos alcanzado la misma cumbre del Himalaya...pero sin la euforia de quien llega a la meta...porque lo que tendremos es el amargo sabor del derrotado.

He tenido suerte, paré a tiempo, reconocí mi error. No puedo eliminar la acción que tomé pero si pude actuar a tiempo cuando las emociones se habían calmado para contrarrestar los daños de mi error. Y hoy mi energía vital se está recuperando y con un pequeño esfuerzo más volverá a tener los niveles de hace una semana.

La lección está aprendida, ahora se lo que significa reconocer las emociones, dejarlas salir, verlas ocurrir, dejarlas ir...y entonces actuar. No hay mejor forma de aprender que con la propia experiencia.

Te animo a que lo intentes la próxima vez que tus emociones amenacen con arrollarte, respira, observa, suelta y luego actua...

UNMEI NO AKAI ITO - El hilo rojo del destino


Cuenta una vieja leyenda china...

... que el  Abuelo de la Luna ata un hilo rojo en la muñeca de cada niño que nace; ese hilo está atado a muchos otros hilos, que a su vez sujetan las muñecas de todas las personas con las que ese niño está destinado a encontrarse...

A medida que el Bebé crece, los hilos se van acortando, acercando cada vez más a aquellas personas que están destinadas a reunirse a pesar del tiempo, del lugar o de las circunstancias. El hilo puede tensarse o enredarse pero nunca romperse.

¿No es una bonita leyenda?...según esto todas las personas que se cruzan con nosotros en nuestra vida tienen una razón de ser. Esto puede ayudar a ver que nos aporta cada persona para entender su presencia. Si aplicamos este principio, también podremos expresar nuestra gratitud por tener a esas personas en nuestra vida y esto favorece la paz interior.

Como suele decir una amiga..."Nada en esta vida es por casualidad"

El síndrome de la víctima

Todos conocemos a alguien que se pasa el día quejandose de lo mal que le van las cosas. Hasta ahí, podríamos pensar: "Bueno allá él o ella, cada cual con lo suyo, si no encuentra otra forma de desahogarse que quejándose, pues que se queje."

Fotógrafo: runtothewater
El problema viene cuando esa persona además de quejarse opina que el resto del mundo es culpable de sus desgracias y además nos utiliza constantemente como "cubo de basura" para lanzar toda su frustración. Todos necesitamos en un momento dado de alguién que nos preste su hombro, pero cuando ese "momento" se convierte en una constante, cuando cada vez que hablamos con esa persona el tema único de conversación son sus desgracias provocadas por todos aquellos que la/le rodean, cuando le intentamos contar alguna cosa que nos ha salido mal y esa persona siempre tiene algo peor, cuando intentamos no mostrar a esa persona que nos encontramos bien o nos ha salido algo bien porque automáticamente nos hará sentir culpables por nuestra felicidad y su tristeza...Entonces debemos estar alerta.

Este tipo de personas tienen el síndrome de la victima. Les encanta ser víctimas, dar lástima y que los demás se apiaden de ellos, se nutren de nuestra energía positiva y les encanta traspasar su aflicción y frustración a sus interlocutores.

Si tienes que tratar en numerosas ocasiones con una de estas personas protégete mentalmente, pues a largo plazo son capaces de hacer sentir mal y bajo de energía hasta al más positivo de los seres. Además si aún sabiendo que las cosas no son como las cuenta le das la razón no le estarás haciendo ningún favor. Estas personas necesitan de alguien que les haga conscientes de que el cambio está únicamente en su mano.

Ahora bien, todos tenemos un punto de victimismo, así que te propongo un reto. Escuchate bien cuando hables con otras personas, observa el lenguaje que utilizas, desde que punto de vista cuentas las cosas y si observas el más mínimo signo de victimismo, pregúntate despues, a solas contigo mismo/a ¿Qué es lo que está ocurriendo realmente? ¿Quién tiene realmente la solución en su mano? Respóndete de forma sincera, y actúa.

El cariño no se puede comprar

Fotógrafo: Sebastian Engel
¿Cuantas veces no habremos oido esta afirmación?

Seguramente cientos desde que comenzamos con nuestras relaciones sociales en la guardería. Se comienza ofreciendo caramelos o juguetes a cambio de amistad o de poder jugar con los niños de la guardería, el colegio, el barrio...

Se supone que con la edad deberíamos entender que el cariño como muchas otras cosas (el amor, la compañía, el respeto, el apoyo...) no se pueden comprar. Pero no es así.

Día a día en las sesiones con mis clientes me encuentro con este tipo de situaciones en las que se espera poder comprar los sentimientos o la relación social de las personas. Por mucho que se cuide de una persona: se le prepare comida, se le preparé la ropa, se le atienda en momentos de necesidad, no se puede obligar a la otra persona a que nos pague con la misma moneda. Lo normal es que así fuese, pero eso dependerá de lo equilibrada que sea la vida de la persona a la que se cuida.

Cuando amamos y cuidamos debemos hacerlo porque nos sale así sin más interés, ni exigencia. Si no nos mueve el amor profundo y desinteresado, entonces nuestra entrega tampoco es sincera y las probabilidades de que no obtengamos la atención que se espera a cambio es muy alta.

Si estás decepcionado/a con el comportamiento de alguna persona hacia tí, quizá sea este el momento de recapacitar y ser sincero/a contigo mismo/a sobre tus verdaderas motivaciones en el trato hacia esa persona.

¿Estamos preparados para aceptar nuestros sentimientos?

A veces es complicado aceptar lo que sentimos. Los sentimientos no nos preguntan si es el momento adecuado para aparecer, simplemente aparecen. De pronto están ahí, sin que podamos hacer nada para que se vayan. Y nos arrollan, nos sobrepasan.

Fotógrafo: Ann Kathrin Hoffmann
Generalmente se nos enseña a no sentir: "Los chicos no llorán", "No es para tanto, no exageres", "¿Cómo es posible que te tomes tan a pecho semejante tontería?", "No le digas que estás enamorada, hazte la difícil para parecer interesante", "No le demuestres que te duele su actitud"...

Se nos ha educado para esconder nuestros verdaderos sentimientos, hasta el punto que está mal visto si uno dice que es feliz, porque parece que lo hace para regodearse frente a su interlocutor.

Y aún más difícil es expresar, comunicar los sentimientos, muchas veces nos es hasta dificil llamar a esos sentimientos por su nombre, sobre todo si son sentimientos "negativos" como ira, odio, enfado, frustración...

Pero no hay sentimientos ni buenos ni malos, ni negativos ni positivos, los sentimientos son eso, sentimientos y no hay que etiquetarlos de ninguna manera, ni juzgarlos. Lo que hay que hacer es reconocerlos, observarlos y decidir que acción tomaremos a partir de ellos. Todo sentimiento puede tener una acción positiva, incluso la ira. Por ejemplo si nos despiden de un trabajo por reestructuración de plantilla y nos sentimos iracundos podemos realizar dos tipos de acciones con esa ira. La acción destructiva que sería ponerse a gritar, golpear las instalaciones de la empresa o agredir a la persona que nos despidió, la acción constructiva sería pensar "Van a ver a quien han perdido, yo soy capaz de encontrar un trabajo mejor" y mandar el Curriculum Vitae a la competencia resaltando nuestro valor añadido por haber trabajado en la anterior empresa.

Este es un ejemplo laboral, pero lo mismo ocurre en nuestras relaciones personales e incluso en las actuaciones y sentimientos sobre nosotros mismos.

La proxima vez que aflore un sentimiento en tu ser parate a observarlo sin juzgarlo, llamalo por su nombre, acéptalo y después decide la acción que tomarás con respecto a ese sentimiento.